Diario de un Voluntario
Hoy:
Una vez más hoy me pregunto si en otro trabajo se ven todas las extraordinarias cosas que yo veo en el mío: cuerpos sin vida, tiesos, fríos y destrozados; casi siempre incompletos, tanto que tenemos que identificar a cuál de los muertos se le vaciaron los sesos que quedaron regados o los intestinos que sin querer pisamos; es como intentar un rompecabezas con piezas grotescas. Recuerdo una vez que un autobús escolar se hizo trizas en la carretera y tuve que encajar varias cabezas de niños en los cuerpos que les correspondían, mientras sentía su tibia sangre resbalar por los guantes y a los pequeños ojos parecer mirarme; en otra oportunidad a un muerto le faltaba un dedo y pasamos toda la mañana buscándolo, para que cuando llegó su mujer nos dijera que lo había perdido días antes en otro accidente.
En esto consiste mi trabajo y hoy me doy cuenta que lo amo, aunque en momentos como éstos sea muy difícil mantener el semblante tranquilo o el humor apacible, igual, nunca falta quien intente romper el silencio. Tuvimos mucho trabajo porque hubo una gran cantidad de muertos; llegó de apoyo uno de los jefes y nos dijo:
— ¿Necesitan una mano?— a la vez que sostenía una que se había desprendido de un cadáver y nos la ofrecía.
Más tarde, un compañero, al descubrir una sustancia blanquecina muy parecida a la manteca, preguntó:
— ¿Qué es-seso?— Para luego sonreírnos con la mirada.
Sé lo cruel y desalmado que parece todo, pero no se imaginan cuánto ayuda una sonrisa en esos momentos. Además, nosotros somos los que mejor tratamos a los cuerpos, ni la policía, ni los del ministerio público prestan atención con tanto detalle como lo hacemos nosotros y si por ellos fuera, los muertos podrían quedar irreconocibles o incompletos para sus familias, sin ningún problema.
Nosotros somos los mejores, hacemos nuestro trabajo con amor y lo hacemos gratis, todo esto para mí hoy es una satisfacción; ya que hoy estoy nuevamente en una escena más de éstas y mientras veo como mis compañeros vuelven a hacer su trabajo de manera impecable, me siento orgulloso y a la vez muy tranquilo porque confío en ellos, aunque no puedo dejar de preguntarme por qué me habrá tocado ser la víctima esta vez.
FIN


