miércoles, 4 de agosto de 2010

En Un Papel Arrugado

 Esta mañana me desperté con la extraña sensación
de que hoy es el comienzo del final

LAS NUEVE PALABRAS

Hoy llegó a mis manos un papel arrugado que mide menos de un cuarto de hoja y que cuenta una historia tan hermosa como increíble; el muchacho que me lo vendió debe tener un cuarto de mi edad, pues yo ya me estoy muriendo y él recién anda enamorando. Me dijo que tiene menos de diez palabras y es verdad, sólo tiene nueve, pero desde hace cuatro generaciones logra que la muchacha a la que se lo transcribas te ame para la eternidad y lo lea una y otra vez en la noche hasta quedarse dormida, así por días de días. Cuenta la historia que eso hizo la primera mujer a la que se lo dieron, dicen que luego de veinte años ella se lo contó a su hija, pero a ella esto le pareció estúpido y no le creyó. Sin leerlo, escondió el papel en un libro que luego regaló a una biblioteca de la ciudad, allí lo encontró pasados veinte años más, un joven que lo leyó, quedó encantado, lo copió y se lo entregó a la mujer que amaba: ésta lo leía cientos de veces antes de dormir, se casó con el estudiante y aún luego del matrimonio lo siguió leyendo. El joven, al ver cumplida su misión y pensando en que todos creerían su historia demasiado cursi, y a pesar del cariño que le había tomado; arrojó el papel a la basura, donde diez años después lo halló un pordiosero que sin dudarlo también lo transcribió para la mujer que amaba; produciendo en ella el mismo efecto, pero luego de diez años de vestirse con el mismo pantalón, el bolsillo de éste se rompió y fue allí, hace cinco años, donde lo encontró el muchacho que me lo vendió, pero como él también ya se va a casar; decidió que la historia terminara y el manuscrito quedara en buenas manos. Conociendo de mi amor por los relatos y los libros, me lo vendió a muy buen precio.
Hoy me estremezco y me sorprendo mientras mis ojos se mojan a mis ochenta y cinco años, al ver este viejo papel y descubrir en él: las nueve palabras que te escribí antes de separarnos, con la infantil caligrafía de cuando tú y yo teníamos veinte y aunque parezca no haber funcionado para nosotros,  ¿quién sabe? Aún estamos vivos.

FIN.

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